26 mar 2019

VENTURE


VENTURE CAPITAL

https://samaipata.vc/que-es-venture-capital

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¿Alguna vez te has preguntado qué es Venture Capital (VC)?
¿Cómo funciona un fondo de Venture Capital? El equipo de inversión te lo cuenta de primera mano.

1. Encontrar las mejores startups

Los inversores de VC son cazadores, siempre al acecho de nuevas oportunidades de inversión. Acuden a eventos, hablan con su red de emprendedores, business angels e inversores, buscan en bases de datos infinitas. Si eres emprendedor y estás buscando financiación, mándanos tu deck aquí, estaremos encantados de conocer más sobre tu negocio!

2. Analizar la oportunidad de inversión

Los VCs profundizan mucho en una startup antes de decidir si invertir o no. Los datos disponibles a considerar dependen mucho de la etapa en la que se encuentre el negocio ( cuanto más temprana menor información hay sobre el negocio) pero la mayor parte del análisis se centra en tres pilares principales: equipo (este es el punto más importante), mercado (tamaño de mercado, competencia) y el negocio en sí (situación actual y tendencia de las métricas y datos financieros).

3. Invertir en startups

Los Fondos de Venture Capital invierten en startups a cambio de una participación en el capital de la empresa. Dependiendo del tamaño de la ronda, el fondo de VC pueden ser el único inversor o co-invertir con otros inversores especializados en tecnología. Ten en cuenta que las firmas de Venture Capital analizan miles de oportunidades cada año y solo invierten en unas pocas.

4. Gestionar el portfolio

Las firmas de Venture Capital tienen diferentes políticas sobre si pasan a formar parte del Consejo de Administración de la start-up o no (obviamente depende también del porcentaje de su participación). Cada vez son más los VCs que- conocidos como ‘smart money’ - no se limitan sólo a invertir dinero sino que aportan su experiencia y su red de contactos para ayudar a crecer el negocio.

5. Generar retornos a los LPs

Al fin y al cabo, las firmas de Venture Capital necesitan devolver el capital comprometido por sus inversores, conocidos como LPs (Limited Partners) o Partícipes, generando el mayor múltiplo posible de su inversión. Los fondos de VC generan retornos cuando realizan un “exit” (e.g. una de las empresas en las que han invertido es adquirida o sale a bolsa) y el fondo vende su participación, idealmente por un precio muchas veces superior al que pagaron por ello. Si te ha resultado útil nuestra explicación sobre cómo funciona un Venture Capital y quieres conocer más sobre Samaipata, visita nuestra web.

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CAPITAL DE RIESGO

https://es.wikipedia.org/wiki/Capital_riesgo

24 mar 2019

JohnDonne


Holy Sonnets: Death, be not proud

https://rpo.library.utoronto.ca/poems/holy-sonnets-death-be-not-proud


2Mighty and dreadful, for thou art not so;
3For those whom thou think'st thou dost overthrow,
4Die not, poor Death, nor yet canst thou kill me.
5From rest and sleep, which but thy pictures be,
6Much pleasure; then from thee much more must flow,
7And soonest our best men with thee do go,
8Rest of their bones, and soul's delivery.
9Thou art slave to fate, chance, kings, and desperate men,
10And dost with poison, war, and sickness dwell;
11And poppy or charms can make us sleep as well
12And better than thy stroke; why swell'st thou then?
13One short sleep past, we wake eternally,
14And death shall be no more; Death, thou shalt die.


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ORWELL

https://www.elcultural.com/revista/letras/Orwell-inedito/6553


 06/03/2003 |

Orwell inédito

“Todos somos Macbeth”

¿Qué tiene en común Macbeth con Hitler y Napoleón? ¿Y con el hombre de la calle, con todos nosotros? Según George Orwell, del que este año se cumple el centenario, todo. Durante la II Guerra Mundial, el autor de Rebelión en la granja leyó por radio un texto inédito, que hoy publica El Cultural por cortesía de “El Corriere della Sera”, sobre la tragedia de Shakespeare. Para él, la obra es una alegoría sobre el totalitarismo y tenía un sentido especial en aquel momento de lucha contra el fascismo. También hacía una advertencia: hasta en el más gris empleado hay, oculto, un émulo del rey de Escocia, dispuesto a traicionar para obtener pequeños beneficios. Todos somos Macbeth.

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Macbeth es probablemente el más perfecto de los dramas de Shakespeare. Quiero decir que la calidad del Shakespeare poeta y del Shakespeare dramaturgo se combinan más felizmente en esta tragedia que en cualquiera de sus otras obras. Especialmente hacia el final, la obra desborda poesía de la más alta calidad, pero está también perfectamente construida, hasta tal punto que seguiría siendo un drama perfecto aunque se lo tradujese torpemente a una lengua extranjera. No quiero hablar del verso shakesperiano en Macbeth. Me voy a ocupar de Macbeth sólo como tragedia, por lo tanto prefiero hacer ante todo un breve resumen de la trama.

Macbeth es un noble escocés de la Edad Media. Un día, mientras vuelve de una batalla en la que se ha distinguido y se ha ganado el favor del rey, encuentra a tres brujas que le profetizan que, a su vez, se convertirá en rey. Otras dos profecías formuladas por las brujas se realizan casi inmediatamente y es inevitable que Macbeth se pregunte cómo podrá cumplirse la tercera, ya que el rey, Duncan, está vivo y tiene dos hijos. Es claro que, casi desde el mismo momento en que escuchó la profecía, Macbeth imaginó el asesinato de Duncan, y aunque en un primer momento rechace la idea, su mujer lo impulsa a hacerlo. Macbeth mata a Duncan y desvía las sospechas hacia los dos hijos del mismo rey. Estos abandonan el país y, como Macbeth es el heredero más próximo, es coronado.

Pero este primer delito arrastra inexorablemente consigo una cadena de otros delitos y lleva por último a Macbeth a la ruina y a la muerte. Las brujas le habían dicho que, aunque se convirtiera en rey, ninguno de sus hijos lo sucedería en el trono, que iría a parar a los descendientes de su amigo Banquo. Macbeth hace asesinar a Banquo, cuyo hijo sin embargo escapa. Las bru jas han puesto en guardia a Macbeth contra Macduff, el señor de Fife, y Macbeth sabe, aunque de un modo semiinconsciente, que finalmente Macduff lo destruirá. Trata entonces de matar a Macduff, pero también éste logra huir, aunque su mujer y su familia son exterminados de una manera particularmente atroz. 

Por medio de una cadena inexorable de acontecimientos, Macbeth, en principio un hombre valiente y de ningún modo malvado, termina por convertirse en la clásica figura del tirano presa del terror, odiado y temido por todos, rodeado de espías, asesinos y sicofantes, constantemente obsesionado por el miedo a la traición y a la rebelión. 

Representa, en efecto, una especie de primitiva versión medieval del moderno dictador fascista. Su condición lo obliga a ser cada vez más cruel a medida que pasa el tiempo. Aunque al principio sea Macbeth el que retrocede ante el delito mientras Lady Macbeth se burla de sus melindres, por último él es quien mata mujeres y niños sin dudar un instante, mientras que Lady Macbeth pierde toda su frialdad y muere parcialmente loca. Sin embargo, desde el comienzo al final de la obra -y éste es el mayor resultado psicológico del drama-, Macbeth es perfectamente reconocible como el mismo hombre y habla la misma lengua; es empujado de delito en delito no por su innata maldad, sino únicamente por lo que se le aparece como una necesidad ineluctable. Al final, estalla la rebelión y Macduff y Malcolm, hijo de Duncan, invaden Escocia al frente de un ejército inglés. 

Las brujas habían hecho también otra profecía, que parecía garantizar la impunidad a Macbeth. De qué modo se cumple esa profecía y cómo, sin ser desmentida, desemboca después en la muerte de Macbeth, lo escucharán en las escenas que se recitarán a continuación. Al final, como él mismo sabía desde el comienzo, Macbeth es matado por Macduff. Cuando el verdadero significado de la profecía se le hace claro, abandona toda esperanza y muere combatiendo, sostenido por el puro instinto del guerrero que muere en pie y no se rinde nunca. 

En todas las grandes tragedias shakesperianas, el tema presenta nexos reconocibles con la vida diaria. En Antonio y Cleopatra, por ejemplo, el tema es el poder que una mujer indigna puede llegar a tener sobre un hombre muy valiente y dotado. El tema de Hamlet es la disociación entre la inteligencia y la habilidad práctica. En el Rey Lear tenemos un tema muy sutil: la dificultad de distinguir entre generosidad y debilidad (motivo que reparece en forma más cruda en Timón de Atenas). 

En Macbeth el tema es, simplemente, la ambición. 

Y aunque todas las tragedias de Shakespeare puedan ser transpuestas en términos de vida contemporánea cotidiana, la historia de Macbeth me parece entre todas la más próxima a la experiencia común. En pequeño y en modo relativamente inocuo, todos nos hemos comportado alguna vez, y con consecuencias semejantes, de un modo bastante análogo al de Macbeth. 

Si quieren, Macbeth es la historia de Hitler o de Napoleón. Pero es también la historia de cualquier empleado de banco que falsifica un cheque, de un funcionario cualquiera que acepta una coima, de cualquier ser humano, en realidad, que aproveche cualquier mezquina conveniencia para sentirse más importante y superar un poco a sus colegas.

Esto se funda sobre la ilusoria convicción humana de que una acción pueda permanecer aislada, que uno pueda decirse a sí mismo: “Cometeré sólo este crimen para lograr mi fin e inmediatamente me haré respetable”. Pero en la práctica, como descubre Macbeth, de un crimen nace otro, aunque no crezca la maldad de quien lo comete. Su primer asesinato lo realizó para mejorar su status; los siguientes, mucho peores, los cometió en defensa propia.

A diferencia de la mayoría de las tragedias shakesperianas, Macbeth se asemeja a las tragedias griegas en cuanto es posible prever el final. Desde el comienzo se sabe en términos generales lo que sucederá. Esto hace todavía más emocionante el último acto, aunque, en mi opinión, la mayor fascinación de la historia reside en su esencial banalidad. Hamlet es la tragedia de un hombre que no sabe cómo cometer un delito. Macbeth es la tragedia de un hombre que sabe cometerlo, y aunque la mayoría de nosotros no cometa, en realidad, delitos, la situación de Macbeth es la más cercana a la vida cotidiana. 

Vale la pena hacer notar que la introducción de la magia y de la brujería no confiere a la obra un aire de irrealidad. En efecto, aunque el clímax, la emotiva culminación del último acto, dependa de la exactitud con que se cumple la profecía de las brujas, éstas no son en absoluto indispensables en el drama. Podrían ser eliminadas sin alterar la esencia de la historia. Probablemente fueron insertadas para atraer la atención del rey Jacobo I, que acababa de subir al trono y que creía firmemente en la brujería. 

Hay una escena que fue casi seguramente insertada con la idea de adular al rey. Esa escena, o parte de escena, es el único punto débil de la obra y debería eliminarse de las representaciones. Pero, aun así como figuran en el drama, las brujas no ofenden la percepción general de plausibilidad. No cambian nada ni trastornan el curso de la naturaleza: se limitan a predecir el futuro, un futuro que el espectador puede, por otra parte, prever. 

Se tiene la sensación de que en cierto sentido también Macbeth está en condiciones de prever lo que sucederá. Las brujas están presentes, en efecto, simplemente para hacer más intenso un sentido de predestinación negativa. Un escritor moderno que debiera narrar esta historia discurriría quizá sobre el inconsciente de Macbeth, en vez de hablar de brujería. Pero lo esencial es el modo gradual en que se desarrollan las consecuencias de aquel primer delito, y la semiconciencia que Macbeth tiene, en el mismo momento de realizarlo, de que ese crimen lo llevará inevitablemente al desastre. 

Macbeth es el único de los dramas shakesperianos en el que el vilain, el malvado y el héroe coinciden. Casi siempre, en Shakespeare se está ante el espectáculo de un hombre bueno, como Otelo o como el Rey Lear, que sufre una desgracia; o de un hombre malo, como Iago, que hace el mal por pura maldad.

En Macbeth la culpa y la desgracia son una misma cosa; un hombre que no podemos considerar del todo malvado realiza acciones malvadas.

Es muy difícil no emocionarse por ese espectáculo. Dado que el drama está tan bien urdido que hasta la más incompetente de las puestas en escena no logra arruinarlo, y dado que, además, contiene algunos de los mejores versos que Shakespeare haya escrito jamás, creo tener razón cuando lo defino como lo hice al comienzo, el más perfecto de sus dramas.
 


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QUIJOTE

El Quijote de la Mancha.- Cervantes 

http://www.biblioteca.org.ar/libros/132556.pdf



La Razón de la sinrazón
que a mi razón se hace
de tal manera mi razón enflaquece
que con razón me quejo de la vuestra fermosura...
.- Cervantes.- 



“La razón de la sinrazón, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”. 

Relata Cervantes que frases como estas, a las que sin cesar daba vueltas en su cabeza D. Quijote, le hicieron perder la cordura, con las consecuencias que todos hemos leído con deleite.

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Las 10 frases más famosas del "Quijote"
Aquel que sobrevivió a su inventor
aquel que vivirá por los siglos
con su amo a su lado 
pero siempre más grande que él.- 


https://www.libropatas.com/listas/las-10-frases-mas-subrayadas-en-el-quijote/


Estas son, de hecho, las 10 frases más populares entre los lectores electrónicos del Quijote.
1. “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”

2. “Porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma”
3. “En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio”
4. “…los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”
5. “Ésa es natural condición de mujeres —dijo don Quijote—: desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece”
6. “Y, lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza”
7. “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza”
8. “Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires”
9. “Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse”
10. “La Galatea, de Miguel de Cervantes —dijo el barbero. — Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y, entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre”

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ORWELL

George Orwell
About Shakespeare



Last week I pointed out that art and propaganda are never quite separable, and that what are supposed to be purely aes-thetic judgements are always corrupted to some extent by moral or political or religious loyalties. And I added that in times of trouble, like the last ten years, in which no thinking person can ignore what is happening round him or avoid tak-ing sides, these underlying loyalties are pushed nearer to the surface of consciousness. Criticism becomes more and more openly partisan, and even the pretence of detachment becomes very difficult. But one cannot infer from that that there is no such thing as an aesthetic judgement, that every work of art is simply and solely a political pamphlet and can be judged only as such. If we reason like that we lead our minds into a blind alley in which certain large and obvious facts become inexplicable. And in illustration of this I want to examine one of the greatest pieces of moral, non-aesthetic criticism — anti-aesthetic criticism, one might say — that have ever been written: Tolstoy's essay on Shakespeare.
Towards the end of his life Tolstoy wrote a terrific attack on Shakespeare, purporting to show not only that Shakespeare was not the great man he was claimed to be, but that he was a writer entirely without merit, one of the worst and most con-temptible writers the world has ever seen. This essay caused tremendous indignation at the time, but I doubt whether it was ever satisfactorily answered. What is more, I shall point out that in the main it was unanswerable. Part of what Tolstoy says is strictly true, and parts of it are too much a matter of personal opinion to be worth arguing about. I do not mean, of course, that there is no detail in the essay which could not be answered. Tolstoy contradicts himself several times; the fact that he is dealing with a foreign language makes him misunder-stand a great deal, and I think there is little doubt that his hatred and jealousy of Shakespeare make him resort to a cer-tain amount of falsification, or at least wilful blindness. But all that is beside the point. In the main what Tolstoy says is justified after its fashion, and at the time it probably acted as a useful corrective to the silly adulation of Shakespeare that was then fashionable. The answer to it is less in anything I can say than in certain things that Tolstoy is forced to say himself.
Tolstoy's main contention is that Shakespeare is a trivial, shallow writer, with no coherent philosophy, no thoughts or ideas worth bothering about, no interest in social or religious problems, no grasp of character or probability, and, in so far as he could be said to have a definable attitude at all, with a cynical, immoral, worldly outlook on life. He accuses him of patching his plays together without caring twopence for credibility, of dealing in fantastic fables and impossible situa-tions, of making all his characters talk in an artificial flowery language completely unlike that of real life. He also accuses him of thrusting anything and everything into his plays — solilo-quies, scraps of ballads, discussions, vulgar jokes and so forth — without stopping to think whether they had anything to do with the plot, and also of taking for granted the immoral power politics and unjust social distinctions of the times he lived in. Briefly, he accuses himself being a hasty, slovenly writer, a man of doubtful morals, and, above all, of not being a thinker.
Now, a good deal of this could be contradicted. It is not true, in the sense implied by Tolstoy, that Shakespeare is an unmoral writer. His moral code might be different from Tol-stoy's, but he very definitely has a moral code, which is appar-ent all through his work. He is much more of a moralist than, for instance, Chaucer or Boccaccio. He also is not such a fool as Tolstoy tries to make out. At moments, incidentally, one might say, he shows a vision which goes far beyond his time. In this connexion I would like to draw attention to the piece of criticism which Karl Marx — who, unlike Tolstoy, admired Shakespeare — wrote on Timon of Athens. But once again, what Tolstoy says is true on the whole. Shakespeare is not a thinker, and the critics who claimed that he was one of the great philosophers of the world were talking nonsense. His thoughts are simply a jumble, a rag-bag. He was like most Englishmen in having a code of conduct but no world-view, no philosophical faculty. Again, it is quite true that Shakespeare cares very little about probability and seldom bothers to make his characters coherent. As we know, he usually stole his plots from other people and hastily made them up into plays, often introducing absurdities and inconsistencies that were not present in the original. Now and again, when he happens to have got hold of a foolproof plot — Macbcth, for instance — his characters are reasonably consistent, but in many cases they are forced into actions which are completely incredible by any ordinary standard. Many of his plays have not even the sort of credibility that belongs to a fairy story. In any case we have no evidence that he himself took them seriously, except as a means of livelihood. In his sonnets he never even refers to his plays as part of his literary achievement, and only once men-tions in a rather shamefaced way that he has been an actor. So far Tolstoy is justified. The claim that Shakespeare was a profound thinker, setting forth a coherent philosophy in plays that were technically perfect and full of subtle psychological observation, is ridiculous.
Only, what has Tolstoy achieved? By this furious attack he ought to have demolished Shakespeare altogether, and he evidently believes that he has done so. From the time when Tolstoy's essay was written, or at any rate from the time when it began to be widely read, Shakespeare's reputation ought to have withered away. The lovers of Shakespeare ought to have seen that their idol had been debunked, that in fact he had no merits, and they ought to have ceased forthwith to take any pleasure in him. But that did not happen. Shakespeare is demo-lished, and yet somehow he remains standing. So far from his being forgotten as the result of Tolstoy's attack, it is the attack itself that has been almost forgotten. Although Tolstoy is a popular writer in England, both the translations of this essay are out of print, and I had to search all over London before running one to earth in a museum.
It appears, therefore, that though Tolstoy can explain away nearly everything about Shakespeare, there is one thing that he cannot explain away, and that is his popularity. He himself is aware of this, and greatly puzzled by it. I said earlier that the answer to Tolstoy really lies in something he himself is obliged to say. He asks himself how it is that this bad, stupid and im-moral writer Shakespeare is everywhere admired, and finally he can only explain it as a sort of world-wide conspiracy to pervert the truth. Or it is a sort of collective hallucination — a hypnosis, he calls it — by which everyone except Tolstoy him-self is taken in. As to how this conspiracy or delusion began, he is obliged to set it down to the machinations of certain Ger-man critics at the beginning of the nineteenth century. They started telling the wicked lie that Shakespeare is a good writer, and no one since has had the courage to contradict them. Now, one need not spend very long over a theory of this kind. It is nonsense. The enormous majority of the people who have en-joyed watching Shakespeare's plays have never been influenced by any German critics, directly or indirectly. For Shakespeare's popularity is real enough, and it is a popularity that extends to ordinary, by no means bookish people. From his lifetime onwards he has been a stage favourite in England, and he is popular not only in the English-speaking countries but in most of Europe and parts of Asia. Almost as I speak the Soviet Government are celebrating the three hundred and twenty-fifth anniversary of his death, and in Ceylon I once saw a play of his being performed in some language of which I did not know a single word. One must conclude that mere is something good — something durable — in Shakespeare which millions of ordinary people can appreciate, though Tolstoy happened to be unable to do so. He can survive exposure of the fact that he is a confused thinker whose plays are full of improbabilities. He can no more be debunked by such methods than you can destroy a flower by preaching a sermon at it.
And that, I think, tells one a little more about something I referred to last week: the frontiers of art and propaganda. It shows one the limitation of any criticism that is solely a criti-cism of subject and of meaning. Tolstoy criticizes Shakespeare not as a poet, but as a thinker and a teacher, and along those lines he has no difficulty in demolishing him. And yet all that he says is irrelevant; Shakespeare is completely unaffected. Not only his reputation but the pleasure we take in him remain just the same as before. Evidently a poet is more than a thinker and a teacher, though he has to be that as well. Every piece of writing has its propaganda aspect, and yet in any book or play or poem or what not that is to endure there has to be a residuum of something that simply is not affected by its moral or meaning — a residuum of something we can only call art. Within certain limits, bad thought and bad morals can be good literature. If so great a man as Tolstoy could not demonstrate the contrary, I doubt whether anyone else can either.


1941

DANTE


La Divina Comedia - Dante
f (Virgilio)

http://www.ladeliteratura.com.uy/biblioteca/divinacomedia.pdf


CANTO I

A la mitad del viaje de nuestra vida
me encontré en una selva oscura,
por haberme apartado del camino recto.

¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva,
cuyo recuerdo renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto.

Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré las demás cosas que he visto.

No sé decir fijamente cómo entré allí;
tan adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino.

Pero al llegar al pie de una cuesta, donde terminaba el valle que me había llenado de miedo el corazón, miré hacia arriba, y vi su cima revestida ya de los rayos del planeta que nos guía con seguridad por todos los senderos.

Entonces se calmó algún tanto el miedo que había permanecido en el lago de mi corazón durante la noche que pasé con tanta angustia; y del mismo modo que aquel que, saliendo anhelante fuera del piélago, al llegar a la playa, se vuelve hacia las ondas peligrosas y las contempla, así mi espíritu, fugitivo aún, se volvió hacia atrás para mirar el lugar de que no salió nunca nadie vivo.

Después de haber dado algún reposo a mi fatigado cuerpo, continué subiendo por la solitaria playa, procurando afirmar siempre aquel de mis pies que estuviera más bajo.

Al principio de la cuesta, aparecióseme una pantera ágil, de rápidos movimientos y cubierta de manchada piel.

No se separaba de mi vista, sino que interceptaba de tal modo mi camino, que me volví muchas veces para retroceder.

Era a tiempo que apuntaba el día, y el sol subía rodeado de aquellas estrellas que estaban con él cuando el amor divino imprimió el primer movimiento a todas las cosas bellas.

Hora y estación tan dulces me daban motivo para augurar bien de aquella fiera de pintada piel. Pero no tanto que no me infundiera terror el aspecto de un león que a su vez se me apareció; figuróseme que venía contra mí, con la cabeza alta y con un hambre tan rabiosa, que hasta el aire parecía temerle.

Siguió a éste una loba que, en medio de su demacración, parecía cargada de deseos; loba que ha obligado a vivir miserable a mucha gente.

El fuego que despedían sus ojos me causó tal turbación, que perdí la esperanza de llegar a la cima. Y así como el que gustoso atesora y se entristece y llora con todos sus pensamientos cuando llega el momento en que sufre una pérdida, así me hizo padecer aquella inquieta fiera, que, viniendo a mi encuentro, poco a poco me repelia hacia donde el sol se calla.

Mientras yo retrocedía hacia el valle, se presentó a mi vista uno, que por su prolongado silencio parecía mudo.

Cuando le vi en aquel gran desierto: - Piedad de mí -le grité- quienquiera que seas, sombra u hombre verdadero.

Respondióme: - No soy ya hombre, pero lo he sido; mis padres fueron lombardos y ambos tuvieron a Mantua por patria. Nací sub Julio, aunque algo tarde, y vi Roma bajo el mando del buen Augusto en tiempo de los dioses falsos y engañosos.

Poeta fui, y canté a aquel justo hijo de Anquises, que volvió de Troya después del incendio de la soberbia llión.

Pero, ¿por qué te entregas de nuevo a tu aflicción? ¿Por qué no asciendes al delicioso monte, que es causa y principio de todo goce? - ¡Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente que derrama tan ancho raudal de elocuencia? -le respondí ruboroso-. ¡Ah!, ¡honor y antorcha de los demás poetas!

Válganme para contigo el prolongado estudio y el grande amor con que he leído y meditado tu obra.

Tú eres mi maestro y mi autor predilecto; tú sólo eres aquél de quien he imitado el bello estilo que me ha dado tanto honor. Mira esa fiera debido a la cual retrocedía; líbrame de ella, famoso sabio, porque a su aspecto se estremecen mis venas y late con precipitación mi pulso.

- Te conviene seguir otra ruta -respondió al verme llorar-, si quieres huir de este sitio salvaje; porque esa fiera que te hace prorrumpir en tales lamentaciones no deja pasar a nadie por su camino, sino que se opone a ello matando al que a tanto se atreve.

Su instinto es tan malvado y cruel, que nunca ve satisfechos sus ambiciosos deseos, y después de comer tiene más hambre que antes.

Muchos son los animales a quienes se une, y serán aun muchos más hasta que venga el Lebrel y la haga morir entre dolores.

Éste no se alimentará de tierra ni de peltre, sino de sabiduría, de amor y de virtud, y su patria estará entre Feltro y Feltro.

Será la salvación de esta humilde Italia, por quien murieron de sus heridas la virgen Camila, Euríalo y Turno y Niso.

Perseguirá a la loba de ciudad en ciudad hasta que la haya arrojado en el infierno, de donde en otro tiempo la hizo salir la envidia.

Ahora, por tu bien, pienso y veo claramente que debes seguirme; yo seré tu guía, y te sacaré de aquí para llevarte a un lugar eterno, donde oirás aullidos desesperados; verás los espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos a la segunda muerte; verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados.

Si quieres, en seguida, subir hasta ellos, te acompañará en este viaje un alma más digna que yo, te dejaré con ella cuando yo parta; pues el Emperador que reina en las alturas no quiere que por mediación mía se entre en su ciudad, porque fui rebelde a su ley.

Él impera en todas partes y reina arriba; arriba está su ciudad y su alto solio:

¡Oh! ¡Feliz el elegido para su reino!

Y yo le contesté: - Poeta, te requiero por ese Dios a quien no has conocido, que me hagas huir de este mal y de otro peor; condúceme adonde has dicho, para que yo vea la puerta de San Pedro y a los que, según dices, están tan desolados. Entonces se puso en marcha, y yo seguí tras él.


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DIVINA COMEDIA
www.ladeliteratura.com.uy

LIBROS

LIBROS .-  YO: LA VIDA Y LA MUERTE (Spanish Edition)  Edición Kindle Edición en Español   de Francisca Berguecio Neira (Author)